El mundo entero nos propone constantemente cambiar nuestra opinión acerca de cualquier cosa, ya sea en forma de discusiones en Twitter, debates políticos o anuncios de televisión. Pero ¿qué recursos son los que realmente funcionan cuando se trata de convencer?
Cultura | 09 de marzo de 2016Existe un tema abierto implícitamente que forma parte de nuestra existencia como veganos. Además de los asuntos explícitos que nos ocupan como tales (comida, ropa, productos de limpieza y aseo...) puede observarse que de algún modo existe el debate sobre la forma como se enfrentan los puntos de vista especistas cuando se nos presentan y hemos de afrontarlos.
En el caso de que adoptemos estas discusiones como parte de nuestra existencia vegana, cabría suponer que lo que nos interesa es ser lo más eficaces para dar a entender realmente nuestro punto de vista y, a ser posible, cambiar el de quien cuestiona nuestra decisión para que también ella o él hagan el cambio.
A este respecto he visto (y practicado, lo confieso) de todo. Ira, ridiculización, exposición argumental, invitación a la empatía, uso del sentimiento de culpa, exposición de lo que mola ser vegano, montañas de recetas riquísimas, extensos listados de alimentos con proteínas, aminoácidos, vitaminas...
Un reciente estudio de la Cornell University, publicado el pasado 2 de febrero de 2016, arroja algo de luz sobre el cómo y el porqué se convence a la gente para cambiar su opinión sobre un tema. Durante cerca de dos años, los investigadores han analizado las publicaciones de ChangeMyView (convénceme de lo contrario), un foro donde las personas expresan una opinión e invitan a los demás a razonar en contra de la misma hasta, si pueden, convencerlos.
A diferencia de las confrontaciones típicas de Twitter o facebook, los participantes de ChangeMyView exponen detalladamente su razonamientos. El foro pide a los exponentes de un tema que informen al resto de usuarios si han cambiado su opinión original mediante el carácter Δ (delta), letra griega usada en matemáticas para indicar un cambio en el valor de una variable, y que expliquen exactamente qué es lo que les hizo cambiar de parecer. Analizando estos cambios de opinión, los investigadores pueden estudiar exactamente qué persuade a la gente fuera del laboratorio, disponiendo además de cantidades ingentes de datos.
Su investigación sugiere que existen ciertos ingredientes que pueden favorecer un cambio de opinión. Las cantidades importan: A más gente intente persuadir al sujeto, más probabilidades hay de que este cambie su parecer. Otro aspecto tiene que ver con el tiempo: Aquellos que responden primero tienen más posibilidades de ser los artífices del cambio.
Curiosamente, los investigadores han observado que unas pocas respuestas o intercambios de opiniones entre los participantes señalan que se sucederá un cambio de opinión con éxito, pero si las réplicas aumentan a algo más que unas pocas, la posibilidad de cambiar de opinión se desvanece. Tras cinco turnos de réplica entre la publicación original y el "replicante", este último no tiene virtualmente posibilidad de obtener un delta. Por lo que parece, el punto óptimo de réplicas para lograr un cambio de opinión se sitúa en tres réplicas. Con cuatro aún queda alguna posibilidad. A partir de cinco, abandona. En términos de eficacia, estás perdiendo el tiempo -otra cosa es que se te haya sobreexcitado la amígdala y tengas ganas de juerga, pero es harto improbable que vayas a convencer-.
Existen también, como era de esperar, diferencias significativas en el lenguaje empleado cuando se logra persuadir y cuando no. Los investigadores se han percatado de que el factor que más influye para alcanzar con éxito un cambio de opinión reside en el uso de palabras distintas a las empleadas por el "desafiante" -señal de que los replicantes están ofreciendo nuevos puntos de vista-. También han observado que las réplicas más largas tienden a ser más convincentes, así como las que utilizan un lenguaje más sosegado.
La investigación sugiere que usar ejemplos concretos es de gran ayuda. Los artículos definidos (el, la) en vez de indeterminados (un, una) son más habituales en los argumentos persuasivos, sugiriendo que ayudan a hablar de forma más concreta. Los argumentos eficaces usan las expresiones "por ejemplo" y "en caso de" más a menudo. Las citas entrecomilladas y los signos de interrogación no parecen ayudar a la argumentación, pero sí lo hacen los enlaces a referencias.
Sorprendentemente, han observado que dar rodeos (el uso de expresiones como "podría darse el caso") se asocia a argumentos más persuasivos. Aunque aparentemente estas expresiones podrían indicar un punto de vista menos robusto, los investigadores apuntan a que pueden hacer que un argumento sea más fácil de aceptar en tanto que suavizan el tono.
Finalmente, sostienen que el lenguaje empleado para exponer el tema indica en gran medida hasta qué punto se puede modificar la opinión original del exponente. Quienes usan la primera persona del singular (yo) son más propensos a abrazar un cambio de opinión, mientras que con los que usan el plural (nosotros) sucede lo contrario. Las opiniones mutables también se expresan más calmadamente y de forma positiva, usando palabras como "por favor", "ayuda", así como más adjetivos y adverbios. Contrariamente, los puntos de vista más obstinados se expresan de forma más emocional y echan mano de palabras como "nadie", "cierto" y "nada", además de adjetivos superlativos como lo "mejor" o lo "peor".
Ahora podemos usar estas estrategias para argumentar, pero teniendo en mente que convencer a alguien de nuestro punto de vista no es tarea fácil. La investigación apunta que incluso en este contexto en el que la gente acude con la mente abierta, en la mayoría de casos las opiniones no cambian.