Israel en Israel

-Shalom! Después del saludo le entregué mi pasaporte al funcionario israelí en la Oficina de Control de Pasaportes del aeropuerto internacional de Tel Aviv.

Viajar | 04 de junio de 2011
Israel Benavides

Mientras llegaba hasta aquí por los espaciosos salones del aeropuerto me acodé cuando, varios años atrás, tuve un empleado israelí que, viendo mi nombre y apellido, me hizo una profecía: Cuando lo controladores de pasaporte vean que tu eres Israel y Ben-Avid-des, te ponen la alfombra roja para que pases, pues "Ben" significa "hijo" en hebreo, es decir que tu serías "Israel, el hijo de (el rey) David".

Por otro lado, también escuché el relato de un amigo brasilero que para entrar a Israel fue sometido a 3 horas de interrogatorios por haber estado trabajando 2 meses en Argelia. Es una advertencia frecuente que para entrar al territorio israelí no se puede tener en el pasaporte ningún cuño de entrada de ningún país árabe y hasta las guías de viaje señalan al respecto.

En mi caso yo tenia en mi recién estrenado pasaporte solo cuños de países árabes. En fecha reciente yo había tenido que renovar mis documentos de viaje y en lo que iba de año ya había estado en Túnez, Dubai y Omán, pero como la entrada a Omán fue terrestre, entonces tenía cuños dobles del Sultanato de Omán y de los Emiratos Árabes en mi pasaporte.

En realidad yo ya había vivido en carne propia que es un problema espinoso eso del cruce de fronteras entre Israel y los países árabes. Tres años atrás las autoridades egipcias me tuvieron retenido una hora en el aeropuerto del Cairo antes de dejarme entrar al país por el simple hacho de que mi nombre era Israel y tanto en Túnez como en Omán me fueron hechas verificaciones adicionales por la misma causa.

Por eso otro aspecto importante era el evitar que colocaran en mi pasaporte el cuño de entrada de Israel, algo también recomendado por las guías de viaje. Eso que me podría provocar complicaciones adicionales en mis futuras entradas a países enemistados con el estado judío. Para eso, según la información que yo había recopilado en Internet, había que llenar el Formulario #7, pero no pude encontrar dicho formulario en toda la sala del aeropuerto. Por ello supuse que lo tendría el propio funcionario de Control de Pasaportes.

Viajaba con plena conciencia de que visitaba uno de los países más disputados del planeta. Las causas del conflicto se pierden en las raíces de la historia y su solución definitiva se pierde en las ramas del futuro. Por eso era de esperar que el sistema de control de pasaportes fuera de los más estrictos del mundo.

Iba preparado psicológicamente para un largo interrogatorio, armado de mucha paciencia y una gruesa guía de viajes sobre Israel para el caso de tener que esperar varias horas en alguna oficina. Estaba incluso curioso por saber que me preguntarían. Ya había oído tantas versiones y cuentos que mi primera media hora en el acogedor aeropuerto de Tel Aviv prometía ser la mayor aventura de todo el viaje.

El joven funcionario me hizo apenas las preguntas de rutina para llenar los datos de su computadora: Lugar de origen, lugar de residencia, profesión, si era turista y en ese caso el nombre de mi hotel.

Entonces yo empecé el discurso que llevaba preparado para llenar el famoso formulario #7, pero me hizo callar con una frase.

-¡Bienvenido a Israel!

Sin más protocolo, me entregó mi pasaporte y junto a él una pequeña boleta roja con el cuño de entrada que fue recogida minutos después por otro funcionario al salir de aeropuerto. Eso fue todo. Nada espectacular. Tendré que buscar aventuras en otros lugares del país junto al río Jordán.


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