Isabel Preysler y la maleta de Miguel

Isabel Preysler y la maleta de Miguel

Fue muy correctamente biografiada por Assumpta Roura en su día, y ahora los truenos amenazan una vez más por cosas del parné. Los hijos del que fue su marido, Miguel Boyer, atacan a Isabel Preysler por asuntos de herencia.

Opinión | 07 de abril de 2016
Cordelia Colby

Al parecer, tras el fallecimiento de Boyer, las cuentas bancarias estaban vacías. Ahora, Vargas Llosa, la nueva adquisición de la filipina de oro, usa y disfruta de la magnífica biblioteca de Boyer, entre otras muchas cosas. Lo de Isabel y el Nobel viene de mucho atrás. Que Loewe Madrid tire de facturas de bolsos, carteras y demás, con los que se obsequiaron uno a otro hace treinta años, cuando todavía estaba casada con el Marqués de Griñón. Una relación oculta cara a la galería que muchos conocen de sobra, incluso más allá de los íntimos. Dice Isabel que Miguel Boyer llegó con una maleta, y a saber. Si así fuera, sin duda se trataba de la maleta más cara junto con panes de platino bajo el brazo. Dice, también, que el tratamiento médico tras el ictus que padeció Miguel, se llevó todo el dinero. "Villa Meona" era un hospital ambulante, y la reina de las portadas perdió mucha comba. Pero lo de esta mujer tiene muchísimo mérito: Sus ex maridos (vivos) hablan muy bien de ella, y cuenta con la habilidad de reventar matrimonios como quien juega al mus. Ahora, los hijos de Boyer toman medidas legales contra ella por no repartir la herencia. Obras de arte, joyas, libros...

Curiosa adaptación camaleónica la de todos sus hombres, desde Boyer al Nobel, con quien anda de la mano, visualmente enlazadísima mientras no tenga alianza de boda, que la tendrá, en breve, siguiendo su más puro estilo puntazo filipino. Ya no tiene los ojos rasgados, es un milagro de quirófano, está pero que muy bien pagá y ha vuelto a las portadas con 63 años de lujo. Se dice -también- que pretendía -nada menos- que los hijos de Boyer abonaran la factura de la clínica Ruber. En sí y en suma, un culebrón de herencia como lo fue la del torero Paquirri por unos cuantos capotes y espadas. Y es que entre Pantoja y Preysler, igualitas ellas en iniciales, por lo menos la primera, tiene una profesión declarada y ha trabajado siempre, mientras que Isabel -segunda- Preysler, sigue y seguirá decorando sus mejores sueños.


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